lunes, 26 de enero de 2009

La venida del Reino de Dios

Lucas 17. 20-21

Los fariseos le preguntaron a Jesús cuando llegaría el Reino de Dios.

Él les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente,
y no se podrá decir: "Está aquí" o "Está allí".

Porque el Reino de Dios está entre ustedes"

La presencia actual del Reino de Dios no es un hecho que salta
a la vista. Muchas veces pasa inadvertida y para reconocerla
se necesita la luz de la fe.
Es como la semilla que va madurando silenciosamente
(Mc. 4. 26-29)
y como la levadura que fermenta toda la masa
(Mt. 13. 33).
Esto no significa que sea algo meramente interior, pero sólo
al final de los tiempos se manifestará en toda su plenitud.

Tomado de: El Libro del Pueblo de Dios _ La Biblia
Editorial: San Pablo

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Jesús da a conocer que el Reino de Dios está entre nosotros,
para manifestar la alegría que produce en nuestro corazón
el Espíritu Santo.

El Reino de Dios está en nosotros, dentro nuestro, no lo
busquemos afuera, ni lejos de nosotros.

Debemos instalarlo en nuestro corazón, con nuestras maneras
de obrar en nuestras vidas.

Luego debemos propagarlo por todos lados, así todos pueden
recibirlo.

Es necesario que el Reino de Dios llegue cada uno de
nosotros, y se quede a vivir en nuestro corazón.

¡¡¡Empecemos a abrirle nuestro corazón y nuestra casa!!!

Silvia Cristina

16 comentarios:

Lidia M. Domes dijo...

Si, es en nuestro corazón donde se manifiesta...

A través de nuestra alegría y nuestra entrega a las cosas simples de la Vida!!!

Gracias, mi querida amiga por recordarlo!!!

Un fuerte abrazo!!!

Lidia

Anónimo dijo...

De acuerdo Silvia que el reino de Dios no debemos buscarlo fuera porque lo vamos a encontar en nuestro interior.

Pero como he expresado en otras ocasiones, en mi opinión no:

"Debemos instalarlo en nuestro corazón, con nuestras maneras
de obrar en nuestras vidas"

sino que debemos descubrirlo y a partir de ese descubrimiento, lo que se ha dado en llamar "buenas obras" se producirán por su natural; saldrán solas.

Un abrazo

Susana Vera-Cruz dijo...

Mi querida amiga, cada ser humano es un Templo, en donde habita nuestro Dios, pero muchas veces sobre todo hoy , en esta sociedad muchas veces tan alejada de los valores màs puros, no nos deja ver y sentirlo dentro de cada uno.
Creo que serìa bueno, empezar a escucharnos y a dirigir suavemente nuestros corazones al amor y sentir esa presencia y ese Reino, que siempre ha estado dentro nuestro desde el Bautismo.

Hermosa reflexiòn, Silvita.
Besitos amiga

Susana-Agualuna

Yuria dijo...

Preciosa entrada.
Jesús ya lo decía, que el Reino de Dios estaba ya aquí; yo entiendo que lo construimos cuando nos amamos los unos a los otros.

Besos.

Unknown dijo...

Vivimos malas épocas para el Reino de Dios, que está muy denostado entre nuestra sociedad, laica y atea que es lo que está de moda... por eso es bueno apuestas como la tuya.

Un abrazo

celebrador dijo...

Jo, jo, ¿de fuera hacia dentro o de dentro hacia fuera?

¿Lo instalo con mis obras, o dejo que mis obras reflejen que lo encontré allá en donde siempre estuvo?

Es una discusión (como tantas) sin sentido, ¿por qué no usar las dos opciones a la vez?, ¿qué problema hay?. En estrategia militar siempre recomendaron atacar al menos por dos frentes a la vez, y de esas cosas sí que saben ellos

RAQUEL dijo...

No esperemos que el Reino de los Cielos se acerque a nosotros. Busquemos seguros el Reino de Dios.
La fé, la gracia y la sinceridad son condiciones y exigencias indispensables para lograr la Gracia de este Reino.
Un enorme abrazo.

Abuela Ciber dijo...

Has espresado muy tiernamente un sentir tan profundo y cierto.

Recibe mi cariño y gracias por visistarme.

Rita dijo...

hermoso tus escritos y tu blog me encanto visitarte Silvia buenas noches

Javier dijo...

Imagino que la A es, efectivamente, de Amor, pero no lo puedo asegurar, seguramente el tiempo y las cicatrices te den la razón!

gracias por comentar en mi blog! Saludos!

Anónimo dijo...

Hola Silvia gracias por tu visita y comentario, y no te preocupes si no tienes tiempo de dejar comentarios a mi me ocurre lo mismo visito los blogs de los que tengo enlaces, pero me resulta imposible comentarlos todos. un abrazo.

Rio Oria dijo...

Cuando dos de vosotros esteis reunidos en mi nombre, yo estare presente. Entendemos que cuando un grupo de personas, con dificultades, errores y voluntad intentan vivir los valores del reino ya se hace presente.
El fin del tiempo traera la perfección. Un abrazo.
Olalla y Ramón.

Anónimo dijo...

Dice Amigoplantas, haciendo alusión tal vez a mi comentario:

"¿Lo instalo con mis obras, o dejo que mis obras reflejen que lo encontré allá en donde siempre estuvo?"

Yo entiendo que las obras de uno reflejarán que lo encontró.

En cuanto a instalarlo con las obras, me recuerdo de aquella historia que contaba Maharaji de un hombre que murió y al llegar al otro lado se encontró con el portero, seguramente San Pedro, que le dijo que adonde iba, a lo que le respondió que quería ir al cielo.
San Pedro le preguntó: bueno ¿y qué has hecho tú para creer que mereces ir al cielo? A lo que el hombre respondió:
Un día dí diez monedas a un pobre
Otro día di de comer a un hambriento.
¿Alguna cosa más le inquirió San Pedro?
¡Ah, sí! recordó el hombre. En otra ocasión le di 20 monedas a un mendigo

¿Mas cosas....?

Como el hombre no tenía más que añadir, San Pedro, dirigiéndose a su ayudante le dijo:
¡Dale treinta monedas a este hombre y mándalo al infierno!

Un abrazo

Paola Florio dijo...

Hola Silvia, pasé a conocerte.
Te dejo un beso grande :)

MAR dijo...

DIOS ESTA EN MI CORAZON.
BESOS PARA TI LINDA.
MAR

DE LA MANO DE TERESA DE JESUS dijo...

" Porque el Reino de Dios está entre ustedes"
Esta en el interior de cada uno y una vez que lo hemos encontrado, se irradia hacia los que nos rodean, ya que el reino es Dios mismo y es El, si lo dejamos, el que obra.

La Madre Teresa de Calcuta lo encontro, igual que Juan Pablo II como tambien personas que seguramente cada uno a tenido el regalo de conocer.

Que Dios nos regale esa gracia, de encontrar el reino en nosotros y poderlo irradiar.

Un beso grande, Teresa