viernes, 22 de agosto de 2008

22 de Agosto Inmaculado Corazón de María



Después de consagrar en plena Guerra Mundial todo el género
humano al Inmaculado Corazón de María, para ponerlo bajo la
protección de la Madre del Salvador, decretó el Papa Pío XII,
en 1944, que toda la Iglesia celebrase anualmente una fiesta en
honor del Inmaculado Corazón de María, el 22 de agosto, día de
la octava de la fiesta de la Asunción.

La devoción del Corazón de María es ya antigua.

San Juan Eudes la propagó en el s. XVII, uniéndola a la del
Sagrado Corazón de Jesús.

En el s. XIX, Pío VII, primero, y después Pío IX concedieron
a muchas iglesias particulares una fiesta del
Purísimo Corazón de María, señalada primeramente para el
domingo después de la Asunción, y luego para el sábado que
sigue a la fiesta del Sagrado Corazón.

Al fijar el 22 de agosto la Fiesta del Inmaculado Corazón de María,
y extenderla a toda la Iglesia, le asignó Pío XII como fin el
obtener, por intercesión de la santísima Virgen, “la paz entre
las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los
pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.

PLEGARIA DE CONFIANZA AL DULCE CORAZÓN DE MARÍA

¡Oh Corazón de María!, el más amable y compasivo de los
corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias
divinas en favor de los miserables pecadores; yo, reconociéndome
sumamente necesitado, acudo a Vos a quien el Señor ha puesto
todo el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser
por Vos socorrido.
Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo
y os diré en todos mis apuros y peligros:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la
espina de la tribulación llegue a mi alma:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones coaligadas
para mi eterna perdición me persigan con sus tentaciones y
quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso de que
depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi
alma y los ataques de mis enemigos:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de
Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos
a defenderla y a ampararla.
Y entonces, ahora y siempre:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Estas gracias espero alcanzar de Vos, Oh Corazón amantísimo
de mi Madre, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en
Vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.

ORACIÓN

Oh Dios omnipotente y eterno, que has preparado en el
Corazón de la Bienaventurada Virgen María una morada
digna del Espíritu Santo; concédenos en tu bondad que,
celebrando devotamente la fiesta de su
Inmaculado Corazón, podamos vivir según el tuyo.
Por J. C. N. S.
- Misa Diario, por Dom Gaspar Lefebvre.- DevocionarioCatólico.
TradiciónCatólica.comTradición Católica

1 comentario:

José Luis Carvajal dijo...

Mil gracias por citar una frase mía y poner el enlace de mi blog. Y muchísimas felicitaciones por el suyo. Oramos uno por el otro, y por nuestras familias. Padre José Luis Carvajal